Por: Luis Villarreal Gil Twitter: @luisvillarrealg
A pocos días de la salida
del Presidente de la República, Felipe Calderón, la expectativa en torno al
próximo Gobierno crece de tal manera que la transición se ha convertido en la
esperanza de millones de mexicanos. Significando un cambio de rumbo en la
gobernabilidad de nuestro país, que transita por una lamentable situación
derivada de múltiples causas originadas por estrategias fallidas y toma de
decisiones equivocadas en la búsqueda de la legitimación y reconocimiento de un
régimen que resulto un grave retroceso en el desarrollo de nuestra nación,
desatando una ola de violencia e inseguridad inenarrable.
En el año 2000, la
transición en el gobierno de la republica se dio en un escenario en donde las
circunstancias de descontento social, corrupción, abuso y deplorables
condiciones de vida culminaron con el poder de un partido que de manera
hegemónica lo había mantenido por más de 70 años. La llegada de Acción Nacional
se da no por haber contado con la mejor plataforma o alternativa electoral o
siquiera el mejor candidato -Vicente Fox fue un candidato que causó sensación,
no por sus capacidades políticas o de estadista, sino por sus ocurrencias y controvertida
forma de actuar-, es decir, lo que motivó a la gente a votar en esa elección fue
que el PRI no siguiera gobernando.
Derivado de esto, los
gobiernos emanados del PAN gobernaron al país a prueba y error, improvisando
políticas públicas y acciones de gobierno que no estuvieron a la altura de las
principales demandas de los mexicanos. Entonces, aquel “cambio” tan pregonado y
tan anhelado por todos, se tornó de manera negativa. A los gobiernos del PAN
les bastó sólo llegar al poder para replicar las acciones del sistema al que
tanto criticaron, en donde, por la falta de una estrategia precisa, una
plataforma bien definida, ambición, incapacidad u omisión, terminaron inmersos
en las mismas prácticas, pero a un costo mucho más elevado, con más de 50
millones de mexicanos en pobreza, más de 60 mil muertos de una guerra de nadie
más que de Felipe Calderón, en la que no se obtuvieron resultados en el combate
al narcotráfico y el crimen organizado. Lo que sí se logró, además de muertos,
fue el desaliento de las inversiones extranjeras en nuestro país, el cierre de
empresas, una imagen de terror a nivel nacional inhibiendo el turismo, entre
otros muchos flagelos que quedaran pendientes para la administración entrante.
Ahora sí que “estábamos mejor cuando estábamos peor”.
Si el régimen del PAN fue
acertado o no, la historia se encargará de juzgarlo. Lo cierto es que Felipe
Calderón llevará a cuestas fantasmas que lo perseguirán por el resto de su
vida: los reclamos de todos esos niños que quedaron sin padres, de todas esas
esposas que quedaron desamparadas, de todos esos padres que no saben dónde
están sus hijos, de todos esos niños que con su inocencia tienen que lidiar día
con día con el olor a muerte, esto en el plano social. Como militante de su
partido, deberá ser llamado a cuentas por haber perdido el poder, digo, hasta
Vicente Fox lo mantuvo, y eso sí ya es mucho decir.
Ante esto, y en un afán de
recuperar un mínimo de percepción positiva ante su salida, dio inicio a su
“gira del adiós”, en la que acudió a Durango para vanagloriarse por los avances
en la construcción de la súper carretera Durango-Mazatlán. Una magna obra, sin
duda, pero que ha sido esfuerzo de varias administraciones y en particular de
los gobernadores de ambos Estados. Para Durango, el sexenio de Felipe Calderón
transcurrió en el olvido y el abandono. Si de él hubiese dependido, esta obra
no hubiera sido ejecutada, vergüenza debería de darle pisar siquiera tierras
duranguenses.
Ante esto, no queda más que
reconocer la labor y la firmeza del Gobernador Jorge Herrera Caldera que, no
obstante el sesgo político mantenido hacia Durango por el Gobierno Federal, mostró
siempre respeto y amplia visión, con altura de miras en la gestión de recursos
para aminorar y hacer frente a las principales problemáticas y demandas de los
ciudadanos, así como la incorporación de nuestro Estado en el ámbito
industrial, comercial y turístico en el plano nacional e internacional.
La esperanza está centrada
pues en el presidente electo a pocos días de su toma de posesión. Las muestras
de voluntad política de su parte para nuestro Estado han sido claras. Es
notorio un fuerte vínculo de colaboración entre nuestro gobernador y el próximo
presidente, por lo que se augura que Durango será el Estado predilecto del
sexenio de Enrique Peña Nieto.
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