@luisvillarrealg
En
días pasados, el 20 de mayo para ser exacto, tras haber permanecido algunos
días en el hospital a causa de agresiones sufridas por sus propios compañeros
de escuela, se registró la muerte de Héctor Alejandro Méndez Ramírez, un
estudiante de Cd. Victoria Tamaulipas, esta
situación, aunada a otras tantas que circulan a través de las redes sociales y
los medios de comunicación, obligó a las autoridades y la sociedad en general a
poner especial atención en cuanto a este tipo de violencia o acoso que si bien
ha existido siempre, hoy es el foco de atención derivado de su socialización
mediante la difusión de que es objeto, dadas de las herramientas tecnológicas
que permiten documentar testimonio de lo ocurrido.
Este
fenómeno, establecido por el profesor Dan Olweus como –bullying- mismo que lo definiría como: “situación en la que un
alumno es agredido o se convierte en víctima cuando está expuesto, de forma
repetida y durante un tiempo, a acciones negativas que lleva a cabo otro alumno
o varios de ellos”, del cual al día de hoy no existen datos certeros que indiquen
su incremento exponencial, máxime cuando años atrás pasaba inadvertido por
considerársele una conducta un tanto “normal” inherente al desarrollo de la
juventud y adolescencia, en donde quien era víctima de acoso escolar
difícilmente era detectado por sus maestros e incluso por sus propios padres.
En
últimas fechas, lo que se ha incrementado es su difusión, la documentación de
hechos violentos entre los estudiantes que abundan a través de la red, así como
su socialización y reconocimiento tanto de alumnos como de padres de familia y
personal docente como un verdadero problema social, en donde, a decir de las
autoridades educativas, una cuarta parte de la población estudiantil de educación
básica, padece de algún tipo de violencia ya sea física o verbal de forma
reiterada causada por sus compañeros de escuela.
Lo
que es muy lamentable es que así como el joven Héctor deben existir miles de casos que aún no han
sido detectados y que de alguna u otra forma siguen sufriendo de algún tipo de
violencia, que mal que haya tenido que ocurrir la muerte de este joven para
poner atención a una problemática tan arraigada y de nefastas consecuencias
para quien la padece, para erradicar esta práctica, es necesario trabajar
primero en los principales involucrados; la víctima y el acosador; la víctima,
según la investigación del profesor Dan Olweus, suele tener baja autoestima, minusvalía,
falta de confianza en sí mismo, en sus padres y maestros, el acosador, refleja
una conducta agresiva de rebeldía por múltiples factores pero externada de
forma violenta en contra de sus compañeros, unos y otros, tienen origen en el
hogar, como padres de familia somos responsables en gran medida de la formación
de nuestros hijos, si son violentos o son tímidos, si son agresivos o
desconfiados es porque eso es lo que han desarrollado en el seno familiar, lo
que ven, lo que escuchan, lo que juegan en el Xbox, lo que hacen en internet, el
ejemplo que les damos es como los predeterminamos para enfrentar la vida en
sociedad.
Las
autoridades educativas en coordinación con expertos en temas psicológicos,
sociales y docentes, deberán de implementar medidas preventivas y correctivas
tanto para la identificación de problemas como para su oportuna solución y
castigo para quien incurra en esta práctica, sin embargo, somos nosotros los
padres de familia en quienes recae la gran responsabilidad de preparar a
nuestros hijos para que puedan defenderse, para que tengan el valor de
denunciar y para que puedan llevar una sana convivencia en el marco del respeto
a las diferencias entre unos y otros, la clave del éxito para erradicar esta
práctica es el amor, la confianza y el ejemplo de respeto en casa, no soy un
experto, soy un padre de familia de un adolecente.
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