martes, 11 de septiembre de 2012

La democracia siempre resultará ineficaz para aquel que no reconoce haber perdido o que en su caso, no se ve beneficiado en el intento.

Por: Luis Villarreal Gil                 Twiter: @luisvillarrealg

“En toda democracia representativa, el sufragio universal viene a significarse como el medio idóneo para la integración, conformación y legitimación de todo gobierno.”
Javier Patiño Camarena
Hoy que nuestro país ha entrado en la dinámica de la transición política-democrática, en donde a través de procesos electorales de alta participación social y en un sistema electoral que aún con fallas y lagunas en sus procedimientos, es perfectible y ha resultado confiable a la hora de determinar la voluntad de las mayorías, es de suma importancia reflexionar sobre el derecho que tenemos los ciudadanos de elegir a nuestros gobernantes a través del voto y entender éste en base a la participación ciudadana como la unidad básica de toda democracia. Para ello, se vuelve necesario conocer su evolución a través de la historia, en donde hombres y mujeres han pugnado por un México independiente, en libertad, y en donde se gobierna en base a la voluntad de la mayoría.
En México se vive hoy la democracia, los resultados obtenidos en el pasado proceso electoral dan muestra de la civilidad política y social de nuestro país, de su sistema de partidos y sus actores políticos (salvo algún detractor), y en donde hemos conformado todos como ciudadanos un sistema democrático moderno y reconocido a nivel internacional.
Ante ello, es necesario entender pues, el sufragio como un derecho que tenemos todos los ciudadanos en plenas facultades civiles para manifestar nuestras preferencias y determinar nuestros gobiernos a través del voto universal, libre, en igualdad de circunstancias, de manera directa y en secreto. Todas estas características intrínsecas, así como el perfeccionamiento de nuestro sistema electoral han sido producto de una lucha incansable por la confiabilidad, la certeza y la validez de todos y cada uno de los votos emitidos. 
La contraparte de esto y entendiendo lo antes expresado, en una democracia siempre habrá un vencedor y un vencido, así fuera un solo voto la diferencia, debe respetarse la voluntad de la mayoría, en la que se podrá estar de acuerdo o no con los resultados dependiendo de las preferencias electorales. Sin embargo, el proceso y la participación social de todos aquellos que asistieron a las urnas, legitima y avala el triunfo electoral.
En los dos últimos procesos electorales para la renovación de la presidencia de la República en los cuales ha participado Andrés Manuel López Obrador se han gestado situaciones polémicas: en 2006 este actor al no verse favorecido y después de alentar al estallido social por medio de marchas y plantones, se autonombró presidente legitimo mandando “al diablo las instituciones”. Hoy pareciera estar gestando movimientos similares permaneciendo en la línea de la descalificación de las instituciones y poniendo en tela de juicio la legalidad y transparencia de los organismos encargados de llevar a cabo la contienda electoral. Podrán, como se ha dado el caso, presentarse inconformidades y para tal efecto existen las instancias correspondientes, las cuales son las responsables de evaluar las impugnaciones que sean presentadas y dictaminar su viabilidad o anulación según corresponda, pero absolutamente nadie puede estar por encima de las instituciones y mucho menos de la ley.
El pasado 31 de agosto el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación declaró la validez de la elección presidencial del pasado 1 de junio en la que, con un total de 19 millones 158 mil 92 votos, se declara a Enrique Peña Nieto presidente electo. Cabe resaltar que el recién pasado proceso electoral fue de lo más vigilado por ciudadanos de diferentes afinidades partidistas, participaron en su organización miles de hombres y mujeres libres que pudieron dar fe presencial de los resultados de todas y cada una de las casillas instaladas. Nuestro sistema electoral funciona y aquí están los resultados, ha llegado el tiempo de dar la vuelta a la pagina del proceso electoral y a las diferencias que de este hayan emanado, México requiere de la participación de todos y en particular de las diferentes fuerzas políticas rumbo al crecimiento y el perfeccionamiento de nuestras instituciones.
            Andrés Manuel debe dejar de confrontar y dividir a nuestra gente y aceptar que su derrota no se debe a “fallas en el sistema electoral” ni mucho menos a ninguna “mafia en el poder”, perdió y esa es la democracia, que no sepa perder es una situación completamente ajena a los intereses populares y a los procedimientos electorales, que si bien pareciera estarse volviendo ya una costumbre que el sistema democrático siempre ha de resultar ineficaz y tramposo para los malos perdedores o que en su caso no se ven beneficiados en el intento.
Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.

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