Por: Luis Villarreal
Gil
"Ni
todo lo viejo, es malo; ni todo lo nuevo, es bueno"
En
democracia se gana y se pierde, la competencia política por el poder es
alentadora y necesaria, el buscar la aceptación de la voluntad ciudadana nos
llama a hacer bien las cosas, a tener buenos gobiernos, a ser cada vez mejores
en lo que hacemos y a hacer política cada vez de mayor calidad.
Ganar
o perder en las urnas es parte del proceso que se fortalece con la participación
ciudadana, en los próximos meses en nuestro país se esperan tiempos de
confrontación electoral en la búsqueda de obtener el poder político, debiendo
partir de la base de que el escenario general nos
indica que cada contienda está impregnada de sucesos y características muy
particulares.
En atención a los datos específicos
del contexto político actual, se hace necesario para el PRI, el análisis y la
reflexión del comportamiento del elector en los últimos años con miras a la
generación de una ruta que resulte eficaz en el corto plazo, para la
consolidación de un proyecto competitivo de rentabilidad electoral, de lo
contrario el futuro es desesperanzador.
De los procesos recientes, a partir
de 2016 el PRI viene sufriendo de una pérdida gradual de las preferencias
electorales; perdió 7 de las 12 gubernaturas en disputa; 2017 si bien se logró
mantener el Estado de México y Coahuila, ambos de los últimos bastiones del
priismo nacional, la diferencia fue mínima y el costo para mantenerlos
demasiado elevado, el PRI aunque ganó perdió gran cantidad del llamado “voto
duro”.
Reconocer un problema es el primer
paso para darle solución, si bien, en lo general hay descontento social por las
cuestiones políticas y los partidos, hay una marcada tendencia en contra del PRI,
se requiere de objetividad para afrontar las causas y consolidar un proyecto
competitivo con miras a 2018 capaz de mantener el poder en la presidencia de la
República y otros espacios, máxime que enfrentara por un lado a Morena y el
movimiento “López Obradorista” que hoy según las encuestas y los
resultados es una de las principales fuerzas, para muestra, el Estado de
México.
Por otro lado, la posibilidad de
alianza entre el PAN y el PRD que se ha dejado ver entre las dirigencias
nacionales de ambos partidos, en donde de configurarse este supuesto escenario,
el PRI aun y con sus partidos aliados, enfrentaría el proceso en una
desventaja estructural y con las preferencias en su contra.
Así las cosas para el PRI se tornan
un tanto complicadas, su peor error sería no reconocerlo, sin embargo también
debe reconocerse que es el partido en el poder y desde el poder aún con todo en
contra es posible construir triunfos electorales y si alguien sabe cómo
hacerlo, ese es precisamente el PRI.
La agenda que viene debe construirse
en el consenso con un llamado firme a la unidad, al reencuentro y la
reconciliación entre las bases, a la institucionalidad y el respeto de la
militancia, al trabajo conjunto y la voluntad política, a desterrar las
improvisaciones y el oportunismo, a la definición de candidaturas de
probada calidad moral y política, sin presiones de grupos, de ambiciones
personales o intereses ocultos, el PRI pierde cuando se enfrenta a sí mismo.
El reto es rectificar el rumbo no
solo para asegurar triunfos electorales, rectificar el rumbo para recuperar la
confianza ciudadana, rectificar el rumbo para volver a abanderar las grandes
causas que le dieron vida a este instituto político, solo así.
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