Por: Luis Villarreal Gil
@luisvillarrealg
En la pasada entrega de esta colaboración, hacía
referencia sobre la necesidad de instaurar nuevos mecanismos para la promoción
del voto en las campañas electorales a partir de la Reforma, cuyas implementaciones
rigieron por primera vez el pasado proceso del 7 de Junio en donde los
participantes debieron adaptarse a nuevos procedimientos.
Con afán de abonarle al tema de la promoción, mismo que por
su complejidad puede ser analizado desde diferentes ángulos que de alguna u
otra forma inciden en un comportamiento electoral determinado, considero
importante hacer referencia a los partidos políticos y su participación en el
sistema político mexicano.
Dice Sartori, un partido es “cualquier grupo político
identificado por una etiqueta oficial que presenta en las elecciones candidatos
a cargos públicos”. Un poco de historia: Tras la fundación del PNR en 1929 (antecedente
del PRI) se dio por concluida la etapa del caudillismo para dar comienzo a la
era de las instituciones en aras de la “estabilidad política”, diez años más
tarde en 1939 se fundaría el PAN, conservador, inspirado por los principios de
la Doctrina Social Cristiana, y posteriormente provenientes de la corriente
democrática del PRI tras fusionarse con diversas organizaciones de izquierda de
aquel entonces, en 1989 surge el PRD.
Estos tres partidos, son considerados como las
principales fuerzas políticas en la actualidad, pasado el reciente proceso
electoral, tras la pérdida del registro del PH y del PT por no haber alcanzado
el porcentaje requerido, actualmente existen ocho partidos de participación
nacional debidamente registrados, todos
con un origen diverso, con sus propios postulados y sus formas de hacer
política y todos nacidos con el propósito de la representación de un sector social
determinado, enarbolando una causa que se refrenda con el voto de la gente que
en ella se identifica, esa es su esencia de origen.
Importante establecer estos breves antecedentes de la
composición del sistema de partidos, pues hasta antes de la reforma,
representaban la única vía para el acceso al poder, hoy, las candidaturas
independientes vinieron a significar una alternativa para el elector, ejemplificada
con el triunfo del “Bronco” en Nuevo León, el éxito de esta figura responde en
gran medida a lo deteriorado del sistema de partidos, ante la falta de
confianza y de credibilidad del ciudadano hacia la clase política, según Denise
Dresser – 90% de mexicanos considera que
los partidos son corruptos – es decir, los mexicanos no ven a la clase política
como instrumento para velar por sus intereses,
al contrario, la percepción es, que el sistema de partidos se ha convertido en
una carga muy costosa del aparato gubernamental que atiende solo intereses de
diversos grupos y ciertas personas.
Y con justa razón; durante los
últimos años se instauró en nuestro país un procedimiento democrático en donde
la promoción del voto se ejerce despensa por delante, acostumbramos al elector
a “vender” su voto al mejor postor y sacar provecho en el corto plazo, “Usted
agarre todo lo que le den pero a la hora de votar no me olvide” - reza el speech de algunos candidatos - no es que este bien, pero es una realidad,
existe tal carencia de convicción hacia las causas sociales, del ciudadano y de
políticos que brincan de un partido a otro para dar curso a sus propios
intereses. El sistema se encuentra tan prostituido, que no es extraño que
figuras como la “Independiente” causen tanto revuelo, representa una forma de
rechazo del elector hacia el sistema, tal como el voto nulo.
En este contexto se da la promoción
del voto, ese es el gran problema al que nos enfrentamos los partidos
políticos, durante mucho tiempo cambiamos despensas por ideología, hoy la gran
mayoría de la gente no vota convencida de un proyecto, razón por la cual no se
legitima el actuar gubernamental, el ciudadano no se siente representado por
quienes llegan al poder, es necesario, un replanteamiento para buscar
preferencias electorales, una promoción que resulte atractiva a una causa, a un
partido o a un candidato, una promoción que llegue a mover fibras sociales con
ideas y propuestas no así con dádivas ni demagogia.
Ganarse nuevamente la confianza del ciudadano, devolverle
la credibilidad a políticos y partidos, no es una tarea fácil, pero representa
un gran reto para consolidar mejores gobiernos, mayor igualdad y bienestar
colectivo… hay que hacerlo.