Por:
Luis Villarreal Gil
Twitter: @luisvillarrealg
“Vamos hacia adelante, es tiempo de romper
los mitos y paradigmas y todo aquello que ha limitado nuestro desarrollo.”
Enrique Peña
Nieto.
Con la llegada de Enrique
Peña Nieto a la presidencia culmina el régimen del PAN, que pasó entre la
ocurrencia y las payasadas de Vicente Fox, a la necedad y la ilegitimidad de
Felipe Calderón. El primero se hiciera del poder aglutinando a las masas que
sentaron en él la esperanza de un cambio necesario por las condiciones sociales
que imperaban entonces. El otro, que llegara a los pinos entre la duda del
fraude electoral, carente de legitimidad y con la percepción social totalmente en
su contra. De su actuar y los resultados tras doce años de gobiernos panistas
mucho se ha escrito, mucho se ha hablado, algunos aseveran estabilidad
económica, otros más, pobreza, desempleo y marginación, hay quienes aseguran
que la guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado era necesaria por
que nadie nunca le había hecho frente a los delincuentes, la contraparte, más
de sesenta mil muertos. Como quiera verse, con opiniones diversas, el sello
característico con el que se despide Acción Nacional del poder es de violencia,
muerte, inseguridad y pobreza. En política, percepción es realidad.
En este escenario se encuentra
México el día de hoy. Así, a partir del primero de diciembre, asume la
presidencia de la República Enrique Peña Nieto, quien deberá generar la
confianza entre los mexicanos que aún ven en él el retorno de las viejas
prácticas de un PRI, partido que, no obstante haber permanecido en la oposición
y de haberse reestructurado no logra venderse como renovado. Lo cierto es que
este partido ha dado muestras de madurez en sus procedimientos y adaptación a
las circunstancias políticas y sociales, ante un electorado cada vez más
participativo, consciente, crítico y determinante a la hora de emitir el
sufragio. No será fácil para este instituto político retomar actuaciones de
antaño, aunque tampoco creo que sea esa la intención: la manera de hacer
política hoy en día dista mucho de la de entonces. La gente cambia, la
circunstancia política cambia, los partidos o se adaptan o pierden adeptos y en
una democracia cada vez más funcional y confiable no hay otra vía, el poder y
la representación son su moneda de cambio.
El nuevo presidente deberá
hacer frente a la reconstrucción del país y sus estructuras sociales. México se
encuentra devastado, la circunstancia adversa con la que cierra su ciclo Felipe
Calderón no culmina con su salida, urgen estrategias claras y bien definidas
para que en el corto plazo se puedan obtener resultados: en primera instancia,
en materia de seguridad y, de manera paulatina, recuperar la paz y las
condiciones de estabilidad para el desarrollo. Ante esto, Enrique Peña Nieto ha
anunciado cinco ejes rectores que implementará de manera inmediata en materia
económica, fiscal, de educación, seguridad y desarrollo social. Además, dio a
conocer trece puntos de acción, a los que llamó decisiones, las que desde mi
punto de vista son relevantes por que dan clara muestra de que tiene
conocimiento pleno no sólo de la problemática de nuestro país, sino de cómo
solventarla de la mejor manera rumbo a la generación de las condiciones de
estabilidad que México requiere y eso, ya es un buen comienzo.
La responsabilidad es muy
grande y el reto aún mayor, el compromiso es para con todos los mexicanos sin
distingos de partidos o preferencias electorales. México puede y debe cambiar,
la esperanza de millones de mexicanos está centrada en el actuar del nuevo
gobierno: o le damos el voto de confianza e intervenimos como sociedad en lo
que nos corresponda para que esto suceda o permanecemos pasivos por no
coincidir ideológicamente con quien hoy es ungido presidente. La determinación
es a consciencia de cada quien en base a la participación que desee tener los
próximos seis años y la proyección que haga de su situación particular en un futuro
mediato, independientemente e inclusive con ellos y para ellos, el país deberá
seguir siempre hacia adelante por la preservación de las condiciones del estado
de bienestar y la justicia social de la nuestra y las próximas generaciones.
Si bien es cierto que se
adjudica en rumbo del país a quien lo conduce, todos vamos en el mismo barco y
si éste se hunde, ¡sálvese quien pueda!